Es hora que sepamos con seguridad el rol importante que puede cumplir en nuestro organismo, el incorporar semillas a nuestra dieta diaria. Hoy día, cada vez más, los especialistas en nutrición se esmeran en destacar y recomendar la importancia de ellas en las dietas.
Las semillas, por sus propiedades energéticas son una opción nada despreciable a la hora de querer lograr para nosotros, una alimentación equilibrada.
Una manera práctica de incorporarlas es consumir panes elaborados con ellas, como pueden ser los panes de sésamo, de girasol, de lino etc.
Los frutos secos deben consumirse preferentemente crudos, previo remojo en agua durante unos diez minutos (no es necesario si no se desea). Lo más indicado es que formen parte de los desayunos, las meriendas y los platos principales de las comidas, así como de las ensaladas, acompañados de quesos frescos, legumbres y cereales como el musli.
Con frecuencia, una vez descascarillados, los frutos secos se tuestan (error!!!)... con ellos mejora su sabor, pero se modifica la estructuras de los ácidos grasos y se destruyen las vitaminas que contienen los frutos. También la costumbre de salar los frutos secos es perjudicial para quienes los consumen, porque la cantidad de sal obliga a beber en exceso, con la consiguiente sobrecarga para los riñones. Además, la sal acarrea graves consecuencias para los hipertensos. Por si fuera poco, la sal favorece el endurecimiento de las grasas, que se depositan en los tejidos y comienzan a retener agua, de lo cual deriva la aparición de la celulitis.
Es importante ingerir los frutos secos tras una concienzuda insalivación y masticación (o molidos como indiqué al principio), para aprovechar al máximo sus componentes y facilitar la digestión. La cantidad que se debe consumir depende, por una parte, de la intensidad de las actividades físicas que se realicen, y por otra, de las características de los demás componentes de la dieta.
0 consultas:
Publicar un comentario